viernes, 4 de julio de 2008

Necesito La Verdad


Entrevista aparecida en la revista Pastoral Popular Nº 206 – Marzo de 1991. Pág.23 y siguientes, a la Sra. “Ofelia Moreno, Familiar de Cinco Ejecutados Políticos en 1975.”

“NECESITO LA VERDAD”

¨Con gran valor y fuerza, pese a su débil físico, Ofelia Moreno durante largos 17 años ha sido una infatigable luchadora de la verdad de lo ocurrido a su familia.

¨En una muestra de su generosidad cristiana, indica: “lo que puedo gastar en flores, se lo paso a la señora del cementerio”.
¨Doña Ofelia da su testimonio y cuenta lo que espera del Informe de la Comisión Rettig.
por Patricio Martínez.



OFELIA MORENO es una mujer fuerte. Sentada bajo un viejo sauce de su hogar nos cuenta su trágica historia de estos últimos quince años. La verdad, es que su relato se parece bastante a otros sobre ejecutados políticos durante el pasado régimen militar, pero la forma cómo ha sobrevivido a ellos, revela una dimensión humana que no puede dejar indiferente a nadie. En su pequeño cuerpo soporta sus 65 años de edad con entereza y una capacidad de lucha que la ha llevado a informar públicamente de lo sucedido a cinco familiares suyos, muertos en un “presunto” enfrentamiento en manos de los organismos de seguridad de la dictadura.
Cuenta que lo ha relatado tantas veces que cada día que pasa se encuentra con más y más detalles. Su caso fue presentando a la “Comisión Verdad y Reconciliación”. “Fue uno de los primeros”, señala con cierta firmeza y orgullo. Agrega que tiene esperanzas de que se haga justicia, pero lo que más desea Ofelia Moreno es “limpiar el nombre de mi familia”, sólo así verá cumplida su labor en esta tierra. No sólo habla de la tristeza de perder casi a su familia entera, sino, también, de los buenos momentos que pasó junto con su esposo, Alberto Gallardo; sus hijos, Catalina y Roberto; su nuera Mónica Pacheco y su yerno Rolando.
“A quince años de este asesinato, aún tintinea en mis oídos la voz fúnebre del periodista Julio López blanco quien en un extra informativo de Televisión Nacional entregaba pormenores de este “enfrentamiento” en la Rinconada de Maipú”. Por la “pantalla chica” vio tirados los cuerpos de su esposo Alberto, de su hija Catalina y el de su nuera Mónica Pacheco –con tres meses de embarazo. Se quedó con el alma en un hilo y se negó a creerlo como lo había hecho, horas antes, en el Cuartel Central de Investigaciones cuando su Director General le había gritado en la cara que su hijo Roberto se encontraba sin vida.

Rótulo de Investigaciones
“El 18 de noviembre de 1975, a las 8 de la noche, llegaron hasta mi hogar cuatro personas las cuales, después me enteré, pertenecían a Investigaciones. En ese momento me encontraba en una reunión en el colegio de mi nieta. A ese lugar fue a buscarme mi esposo Alberto. Llegué hasta la casa y al cruzar la puerta me encontré con cuatro jóvenes apuntándome con sus metralletas y con unas fotos en sus manos. Me solicitaron que ubicara en ellas a mi hijo Roberto.

En la foto: Ernesto Baeza Michelsen
En ninguna aparecía. Baeza Michelsen los acompañaba.
-¿Qué cargo ostentaba Baeza Michlesen en Investigaciones?.
-Él era Director de Investigaciones. Eso era lo sorprendente: cómo él andaba dirigiendo este equipo de personas. Como en esas fotos mi hijo no estaba, Baeza dijo: “Bueno, ya van a hablar”. Luego nos señaló que teníamos que acompañarlo. En ese momento, en casa, estaban mi esposo, mi hijo Guillermo y mis dos nietos; una de nueve años y el otro de seis meses de edad. Afuera nos esperaba un automóvil que en sus puertas tenía el rótulo de Investigaciones. De allí nos llevaron a sus dependencias y lo primero que hicieron fue separarnos a todos. Me quedé sola con Baeza Michelsen.
-¿Qué le preguntaba?.
-Qué actividades políticas tenían ellos. Dónde vivía mi hijo Roberto. Lo único que les dije es que ellos eran de izquierda, pero más no sabía. Baeza me dice que tengo que acompañarlo a la casa de los padres de mi nuera Mónica y en eso estábamos cuando veo llegar a mi hijo Guillermo. Ya lo habían interrogado. Se veía mal porque él toda su vida ha estado enfermo. También en ese momento veo ingresar por la puerta de Extranjería a mis hijas Catalina e Isabel y a mi nuera Mónica. Me consta que ese día toda la familia estaba siendo interrogada en Investigaciones, a excepción de mi hijo Roberto. Hubo un momento en que le pregunté a un joven por el paradero de mi marido. Me contestó que lo habían llevado hasta mi casa porque estaba enfermo. Me quedé tranquila con eso. Un rato después nos trasladaron hasta un subterráneo. En el camino hacia él vi el abrigo de mi hija Catalina tirado en el suelo y a i nuera, que usaba anteojos, sin ellos y vuelta a la pared llorando. Así transcurrió toda la noche.
“Como a las cinco de la mañana –continúa sin pausa- vinieron a buscar a un tal Juan Gallardo. Pensé que era un alcance de apellido, pero la sorpresa fue grande cuando veo aparecer a mi marido. Lo habían tenido en una celda toda la noche. Pasó por nuestro lado y mi hija Isabel le dice: “papi, papi, aquí estamos”. “Cómo
–pregunta él- por qué están aquí…” Fue el último intercambio de palabras que tuvimos. Ahí me inquieté: me habían mentido”.
-¿Usted creía lo que le decían ellos?
-Sí. Creía porque nada me hacía presentir que había algo malo. Pensaba que todo era un error. A las 9 de la mañana de ese 19 de noviembre, me vienen a buscar y me llevan ante Baeza Michelsen. Éste me dice: “Sepa usted, señora, que es una mentirosa. Su hijo Roberto hace dos días que está muerto. Quedan en libertad usted, su hijo Guillermo e Isabel; al resto de su familia vaya a reclamarla a la DINA”. Quedé pasmada. Salimos llorando.

Complicidad de la Prensa.

-¿Qué pasó después?
-Tenía la ilusión de encontrarlos en casa, pero nada. Mis hijos Guillermo e Isabel partieron a hacer la denuncia al Comité por la Paz, pero no consiguieron mucho puesto que para colocar un recurso de amparo había que tener el antecedente de si mi hijo había muerto o no. Así que partieron a la morgue. En eso andaban, cuando recibo un llamado telefónico de una hermana que me dice que vea las noticias. Se trataba de un extra informativo donde se hablaba de un enfrentamiento con organismos de seguridad, la DINA, en la Rinconada de Maipú. Señalaban que habían sido exterminados estos extremistas y daban los nombres de mi esposo Alberto, de mi hija Catalina y de mi nuera Mónica. Lo encontré absurdo porque horas antes yo había estado con ellos en Investigaciones. Me negué a creerlos. A las 9 de la noche vimos el noticiero central y Julio López Blanco entregaba un amplio reportaje sobre este “enfrentamiento”. Seguí negando todo. Es una falsedad, me dije. Pensaba que era una mentira para que mi hijo Roberto se presentase ante las autoridades.
-¿Qué hacía su hijo Roberto?.
-Él estuvo en el Ejército durante 1973 y quedó muy mal porque le tocó vivir experiencias bastante crueles, que todos conocemos, contrarias a su formación.
“Al día siguiente –retoma su relato la señora Ofelia- salieron mis hijos Guillermo e Isabel a la morgue a ver si se sabía algo, pero nada. Por la tarde, casi al cerrar la morgue, mi hijo Guillermo se puso a conversar con el portero y le cuenta toda su tragedia, este hombre se ablandó y lo dejó entrar escondido. Allí encontró a Roberto, estaba recién llegado. Estaba desfigurado, para asegurarse de su identidad le abrió su boca y ubicó un diente característico de nuestra familia. Después de eso se hizo el recurso de amparo, pero yo no sé qué validez tenía si mi hijo ya estaba muerto”.

Eran de la JOC

-¿Usted retiró su cuerpo del Instituto Médico Legal?.
-Eso pasó recién el 11 de diciembre, gracias a la abogada Fabiola Letelier que se puso guapa, pude recuperar los cuerpos de mi familia. Los restos nos los entregaron sellados para enterrarlos inmediatamente. Recuerdo que el padre José Aldunate nos acompañó mucho porque mis hijos pertenecían a la Juventud Obrera Católica (JOC) donde se conocieron las dos parejas. Después mis niños formaron una comunidad cristiana de base que la dirigía Roberto Bolton. Hace poco me enteré por el padre Roberto que mis hijos Catalina y rolando habían ofrecido mi nieto a Dios. A mí me consta que Catalina siempre estuvo participando en comunidades cristianas, formando gente para la Primera Comunión, tanto a padres como a hijos. Para mí, también fue una cosa tan novedosa que ellos pertenecieran a un determinado partido político (eran del MIR). Pero, bueno, después con el tiempo me tuve que ir convenciendo que habían otras cosas que ignoraba, pero lo que sí puedo decirte es que en mi hogar todos éramos muy unidos. Había similitud de sentimientos, tanto en lo político como en lo moral. Todo fue muy fuerte. Mi marido hacía un mes que había renunciado a su trabajo y nos esperaba un descanso eterno, pero sólo alcanzamos a vivir un mes de esta alegría.
-¿Todo terminó allí?.
-No. pasó un tiempo y volvieron a buscarme. Allanaron mi casa de nuevo y me pidieron que los acompañara. Subimos a un auto y nos dirigimos al sector Oriente de Santiago. Estando en el auto, uno de ellos me dijo: “Mire, señora, yo tengo que hacer algo pero quiero que usted me coopere para que no tenga que obligarla!”. Se trataba de ponerme una cinta en los ojos. No tenía alternativa; estaba en sus manos.
-¿Pensó en algún momento que podía correr la misma suerte de su familia?.
-Sinceramente pensé que me iba a ocurrir algo así; no que me iban a matar, pero por mi salud pensaba que me iba a morir pronto. primero, porque siempre he sufrido de hipertensión, y segundo, porque con mi marido éramos uno. Teníamos 34 años de matrimonio bien llevados y siempre comentábamos quién iba a morir primero. Los dos pensábamos que detrás de uno se moría el otro. Yo estaba convencida que no iba a durar mucho más. A mí lo que me dio fuerzas fue esa guagua de seis meses que quedó. Bueno, recuerdo que permanecí allí algún tiempo. Me hicieron preguntas y como no sabía nada me dejaron en libertad.

“Mi Fuerza, Mi Fe”.

-¿Cómo ha sobrevivido estos años con todo lo que ocurrió?
-Mi problema fue bien crítico porque al irse ellos quedé con los brazos cruzados. Mi hijo mayor no podía trabajar por su enfermedad, mi hija Isabel partió al exilio y yo me quedé con mi nieto de seis meses. Me quedé sola con el Betito. Hubo mucha gente que me ayudó al principio, pero después trabajé en costuras y de empleada.
-¿Cómo fue asumiendo el dolor?.
-Sucede que con las idas a la Vicaría de la Solidaridad me encontré con casos superiores al mío. Ahí, uno esperando, conversa. Ahí fui conociendo muchas situaciones: de gente que también había perdido a toda su familia y había dejado más niños huérfanos. Y me dije: hay casos peores que el mío, pero Dios no me abandona. Tuve que darme valor, pero donde más me afirmé fue en la Iglesia Católica; allí encontré la fuerza. Hasta que llegué hasta estos terrenos (vive en un sector rural de Renca) y todo fue haciéndose por milagro. Se limpió el terreno y se levantó mi casa con la ayuda de muchos.
-Usted dice que siempre ha estado acompañada, pero de seguro hubo momentos de soledad personal, ¿qué pensaba en esos momentos’.
-Fue terrible…-por primera vez se emociona- porque veo parejas que funcional tan mal y siguen. Yo sentía que había tanto por delante…Recién con mi marido íbamos a disfrutar la vida: viendo a nuestros hijos casados, pensando más en nosotros mismos y justo quedo sola y con esta angustia. Injusto, porque veo a mi nieto y pienso qué irá a ser de él cuando esté grande. Él –ahora de quince años- se pone un poquito más reservado para no hacerme sufrir. Sé que sus compañeros de colegio han ofendido a sus papás y, por supuesto, no acepta eso. También el Betito se nota más agresivo y su profesor le ofreció un sicólogo.

-¿Qué pasó con su nieto cuando fue creciendo y preguntando por sus papás?.

-Una sobrina, durante todos estos años, archivó cartas, recortes de prensa y el acta de matrimonio de sus papás. Así ha ido conociendo quiénes fueron sus padres, sus tíos y su abuelo.
-Usted quedó con una responsabilidad muy grande de velar por su nieto ¿qué valores le ha transmitido?.
-Primero que nada, lo humano. Mi hijo Guillermo tenía la idea fija de encontrar a un familiar de Baeza Michelsen para que sintiera en carne propia lo que habíamos sufrido. Yo le contesté que nosotros estábamos sufriendo injustamente y que no podíamos responder igual porque detrás de Baeza hay inocentes. Creo que el Señor hará justicia por la fe que tengo; aunque muchas personas se rían porque digo esto. A mi nieto también le he inculcado lo mismo y le digo: Mira, Betito hay tanta gente que ha sido injustamente exterminada por tener un color político o tener sentimientos con seres que sufren; ése fue el caso de tus padres. Yo siento la necesidad de que él viva así, no me importa si es creyente o no, pero que tenga esta convicción. Porque haciendo daño no se gana nada; se vive mal, inquieto, a sobresaltos. Él ahora trabaja de monitor con niños drogadictos y yo estoy muy contenta por eso. Me cuenta que en el colegio tiene tres o cuatro amigos porque a los demás los encuentra tan vacíos, sólo piensan en consumir más y más. Acá ha sido otra la formación y lo lindo es que el Betito lo está asumiendo.

“Que sepan que no los olvido”

-¿Qué siente cuando llega noviembre de cada año?
-Siento tranquilidad porque durante quince años me he dedicado a denunciar nuestro caso. Pero me preocupan los desaparecidos y que sus familias no den con ellos. Doy gracias a Dios, por lo menos, que a mi familia sé donde la tengo, aunque hayan sufrido lo indecible. Me digo: sé a donde los tengo descansando y pienso que ellos me protegen. Mi testimonio es éste: que sepan que no los olvido, pero lo que puedo gastar en flores yo se lo paso a la señora del cementerio porque mi hija Catalina me decía: las flores se secan, pero estas personas tienen que vivir y no tienen cómo.
-¿Por qué usted presentó su caso a la Comisión Verdad y Reconciliación?
-Primero yo presenté una querella y siempre he deseado que esto se divulgue, que haya justicia y que me expliquen por qué pasó esto.
-¿Usted espera la verdad o la condena?
-A estas alturas sólo espero divulgación porque creo que no va a pasar nada más. A pesar que yo le he hecho presente a la Comisión que me preocupa el futuro de mi nieto. A mí me preocupa que haga el servicio militar.
-En el caso concreto de su familia, ¿Cuál es su deseo en el informe que dará a conocer la “Comisión Rettig”?
-Que se diga la verdad de quiénes eran ellos. El haber tenido ideales políticos no significa ser un malviviente. En 1976 mi yerno Rolando también murió en circunstancias parecidas al resto. Necesito la verdad.
-¿Guarda rencor por lo sucedido?
-Me duele el abuso de poder que ejercieron, la injusticia, pero veo que no ha sido el mío el único caso, hay muchas víctimas más. Me desespera que a ellos no los mueva nada, que no tengan sentimientos, pero si estuviera delante de ellos no podría reaccionar violentamente.
-Si usted se encontrara el día de mañana con Baeza Michelsen ¿qué le diría?.
-Me gustaría que me dijera todo lo que vivimos y porqué dijo otra cosa, porqué se publicó otra cosa. Lo que más pido es que Baeza se presente a los tribunales porque ha sido citado y no ha asistido. Estoy dispuesta a un careo con él.
-Señora Ofelia ¿por qué usted no se exilió como su hija Isabel?
-Por dos cosas: por la ilusión que aún tengo de limpiar sus nombres y porque quiero a mi tierra, a mi país.
-¿Con qué sueña para su nieto?.
-Yo anhelo que él sea digno de sus padres, de su abuelo y tíos. Añoro que él tenga sentimientos nobles. Él quiere ser abogado o médico, pero le digo que debe estudiar mucho.
-Usted es una mujer muy cristiana…
-Fíjese que sí, desde siempre. Acá he asumido grupos de solidaridad, de mujeres. En la Iglesia he pasado por todos los quehaceres. Ahora estoy en las últimas porque, con mis años, me siento cansada. Ahora administro los sacramentos y soy cobradora del CALI.
-Parece que el Beto es la alegría suya…
-Sí. Es la alegría y la esperanza. En él veo a toda mi familia que se me fue. Lleva el nombre de su abuelo, posee las facciones y el carácter dicharachero de sus padres. En él veo a todos.-

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